En el corazón del Ministerio de Economía, la Fundación Faro, un think tank de perfil ultra, ejerce una influencia inédita en la gestión de Javier Milei. No se trata de un simple asesoramiento: sus líderes, Agustín Laje y Axel Kaiser, tienen acceso directo al ministro Luis Caputo y al propio presidente, marcando una alineación ideológica sin precedentes en el Estado. Faro no solo asesora: entrena a funcionarios. Kaiser, autor del polémico libro “Parásitos Mentales” (plagado de acusaciones de plagio), da “clases de batalla cultural” en Hacienda. El objetivo, según sus palabras, es “endurecer y pulir el discurso” para que la sociedad acepte el ajuste. Milei, de hecho, ha citado el libro de Kaiser, donde se tilda de “virus” a las ideas progresistas. Los vínculos son profundos: Francisco Caputo, hermano del ministro, es uno de los artífices de Faro, y la fundación opera desde un edificio frente a Plaza de Mayo, con financiamiento de empresarios afines, como los dueños de Mercado Libre y Globant, a través de Endeavor.
Faro tiene su “hermana mayor” en Chile: la Fundación para el Progreso, dirigida por Kaiser y vinculada a figuras que glorifican a Pinochet. El hermano de Kaiser, Johannes, candidato presidencial en Chile, ha sido señalado por su fascinación juvenil con simbología nazi. El rol de Faro revela una estrategia clara: moldear el discurso público para sostener políticas de shock. La “batalla cultural” ya no está en manos de Las Fuerzas del Cielo (el grupo de Santiago Caputo), sino de este think tank, que entrena incluso al tío Toto (tío segundo) para defender el “libreto libertario” ¿El resultado? Un Estado cada vez más homogéneo ideológicamente, donde la lealtad a la doctrina ultra parece pesar más que el debate democrático. La pregunta que queda es hasta qué punto la sociedad aceptará este nuevo rumbo.