11 Feb 2025

La deriva

Entre purgas internas, enojos explosivos y movidas políticas, el gobierno de Javier Milei parece más un reality show que la gestión de un país. Karina guillotina mientras el presidente no perdona ni a sus ídolos. ¿Alguien gestiona?
La deriva

La nota de Ramón Indart en Perfil nos deja una foto clara de lo que está pasando en el gobierno de Javier Milei: un mix de enojos repentinos, purgas internas y movidas políticas que parecen más un reality show que la gestión de un país. Pero, más allá del chisme, hay que preguntarse si todo esto es puro caos o si hay un método detrás de la locura.

Lo de Karina Milei es para destacar. No solo es la mano derecha de Javier, sino que también la juega como “guillotinadora” oficial. El caso de Ramiro Marra, exsocio y amigo de Milei, es un ejemplo claro: AFUERA por votar a favor de subir impuestos en la Ciudad de Buenos Aires, pero en realidad, su destino estaba sellado desde que Milei llegó a la Rosada. Karina es la que manda, y si no estás alineado, te vas. Así de simple. Esto muestra que, más allá de los discursos libertarios, en el fondo hay un control férreo y poco espacio para las diferencias.

Y después está el enojo de Milei, que ya es marca registrada (o falta de diagnóstico). Le saltó al cuello a Domingo Cavallo, a quien antes llamaba “el mejor ministro de la historia”, solo porque lo criticó. Y la ligó Sonia, que tuvo su puesto en la OEA sólo por ser la hija de Mingo, y la echaron sólo porque el padre dijo no estar de acuerdo EN ALGO con el padre. Todo muy normal. Lo mismo pasó con Mariano de los Heros, el exjefe de ANSES, al que echaron por hablar de una reforma previsional que a Milei no le gustó. El presidente no quiere debates, quiere obediencia. Pero, ¿opina muy diferente a lo que dijo el ex ANSES? No. Sólo que no corresponde “a la secuencialidad de las reformas que quiere introducir el presidente”. Si los caprichos no fueran realmente preocupantes, estaríamos ante un caso de stalinismo hecho y derecho.

Pero no todo es enojo y purgas. También hay movidas políticas que pintan un escenario más complejo. La filtración sobre las solicitudes de información sensible a la UIF, que se le atribuye a Santiago Caputo, muestra que el gobierno no tiene problema en usar el Estado, al que quiere destruir, para dañar a otros. La respuesta oficial fue medio rara: no negaron la movida, pero se quejaron de que se haya filtrado. O sea, el problema no es lo que hicieron, sino que se haya hecho público. Esto, claramente, no ayuda a la imagen de transparencia que Milei dice defender.

En el frente electoral, las cosas tampoco están tranquilas. La pelea entre el PRO y La Libertad Avanza se está poniendo picante. Con la salida de Néstor Grindetti del PRO para sumarse a Milei, queda claro que el espacio libertario está intentando absorber a los desencantados de Juntos por el Cambio. Pero esto no es tan fácil. La unidad de la derecha parece más un deseo que una realidad. Además, en la provincia de Buenos Aires, el intento de desdoblar las elecciones (que al final se suspendió) muestra que hasta Kicillof y Milei pueden coincidir en algo: sacarle poder a Cristina Kirchner. Pero, claro, en política las alianzas son frágiles y los intereses cambian rápido.

En resumen, lo que muestra la nota de Indart es un gobierno que mezcla autoritarismo, personalismo y una buena dosis de improvisación. Milei y su hermana Karina manejan el timón con mano dura, pero el rumbo del barco parece bastante difícil de predecir. ¿Es todo esto parte de una estrategia o simplemente refleja el caos mental del Triángulo de Hierro? Por ahora, parece una ensalada con un poco de todo. Pero en política, el caos tiene sus límites, y más temprano que tarde, las decisiones (y los enojos) van a tener consecuencias.