El cierre de listas para la Legislatura bonaerense expuso tensiones latentes en el seno del peronismo provincial, donde Axel Kicillof emergió como actor central pero enfrentó límites en su capacidad de negociación frente al kirchnerismo. Pese a consolidar un rol protagónico ausente en 2021 —cuando el armado electoral respondía a Martín Insaurralde y Sergio Massa—, el gobernador vio reducida su cuota de bancas “entrables”. Según datos de la Junta Electoral consultados, el espacio de Cristina Fernández de Kirchner obtuvo 14 de los 29 escaños en disputa, mientras Kicillof logró 9 y Massa retuvo sus 6. Este resultado contrasta con el acuerdo previo que asignaba 11 lugares al gobernador (38%), cifra que su entorno defendió como prioridad para “listas competitivas” antes que “repuestos numéricos”.
Kicillof cosechó victorias simbólicas: impuso a Verónica Magario como cabeza de lista en la estratégica Tercera Sección —la más poblada del conurbano— pese al veto expreso de Cristina, quien en un llamado telefónico directo durante la negociación abogó por Mayra Mendoza. La intendenta quilmeña terminó en tercer lugar, bajo la condición de asumir su banca y no ser candidata testimonial, una práctica que el círculo kirchnerista considera “un error político”. El gobernador también colocó a Gabriel Katopodis al tope del Senado por la Primera Sección, reforzando su influencia en regiones clave. Estos avances, respaldados por 40 intendentes del Movimiento Derecho al Futuro (MDF), marcaron un hito al desafiar el histórico dominio de La Cámpora en la rosca bonaerense.
No obstante, el kirchnerismo capitalizó su ventaja numérica. Fuentes cercanas a Cristina destacaron que sus 14 legisladores poseen “jefatura política clara”, mientras acusaron a Kicillof de jugar con “jugadores prestados” —dirigentes del MDF sin lealtad directa a la Gobernación—. El malestar escaló cuando intendentes aliados al gobernador amenazaron con “boleta corta”, estrategia interpretada como presión extrema. Pese a las fricciones, ambos bandos evitaron la fractura: Cristina ordenó a sus delegados “evitar por todos los medios la ruptura”, y Kicillof mantuvo la cohesión de su base, aunque “ninguno quedó conforme”.
El escenario post-cierre plantea desafíos para la campaña. La expresidenta, imposibilitada de participar en actos por su prisión domiciliaria, articulará su apoyo mediante redes sociales y mensajes grabados. Esta táctica choca con la visión de Kicillof, enfocado en “provincializar” la elección destacando gestión sobre símbolos nacionales. La pulseada por el relato definirá si Fuerza Patria logra convertir su frágil unidad en victoria frente a una oposición que observa grietas.