La inflación oficial baja al 1,5%, pero alquileres y servicios disparan la desconfianza en el INDEC
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) anunció un dato que el Gobierno celebró como un triunfo: la inflación de mayo fue del 1,5%, el nivel más bajo desde el mismo mes de 2020. Sin embargo, este número choca frontalmente con la realidad cotidiana de millones de argentinos y con las propias cifras desagregadas del organismo, generando profundas dudas sobre el método de medición y la representatividad de la canasta básica.
La celebración oficial vs. la realidad
El dato estrella: El INDEC reportó un IPC de 1,5% en mayo, acumulando 13,3% en 2025 y una interanual del 43,5%. El Gobierno lo presenta como el fruto de su ajuste fiscal y la “pax cambiaria”.
La cruda evidencia interna: Pero dentro del mismo informe, rubros esenciales exhiben aumentos brutales:
Alquileres: Promedio nacional del 7%, muy por encima del 1,5% general. Las regiones lideran: GBA (7,2%), Noreste y Noroeste (6,2%), Patagonia (6%). Pampeana (4,5%) y Cuyo (4,4%) también superan holgadamente la inflación reportada.
Servicios: Con un aumento interanual cercano al 73%, continúan su escalada, impactando directamente en el bolsillo. ¿Cómo conciliar un 1,5% general con aumentos en gas u otros servicios que cuadruplican esa cifra mensualmente?
Bienes: Aumentaron un 33% interanual, otra cifra que desdice la baja general.
#DatoINDEC
— INDEC Argentina (@INDECArgentina) June 12, 2025
Los precios al consumidor (#IPC) aumentaron 1,5% en mayo de 2025 respecto de abril y 43,5% interanual https://t.co/NWb2ZwjsSH pic.twitter.com/1uATUEqG9k
Desconfianza metodológica y percepciones encontradas:
El cambio en la metodología del IPC aplicado por el INDEC en abril pasado es el telón de fondo de esta divergencia. Críticos señalan que la nueva ponderación podría estar subrepresentando el peso real de rubros críticos y volátiles como:
1. Vivienda: El alquiler, un gasto fijo e ineludible para una gran parte de la población (especialmente en áreas urbanas), muestra aumentos sistemáticamente superiores al promedio oficial. “Tener un lugar donde vivir se ha vuelto imposible para los que alquilamos”, denunció Gervasio Muñoz de *Inquilinos Agrupados*, reflejando el drama de miles.
2. Servicios Públicos: Su impacto mensual es masivo y su tendencia alcista parece no reflejarse proporcionalmente en el índice general.
3. Composición de la Canasta: La pregunta que resurge es: ¿Refleja la canasta del INDEC el gasto real de una familia tipo hoy? El propio organismo estimó que esa familia necesitó $1.110.624 en mayo para no ser pobre, una cifra inalcanzable para muchos.
El grito social y las críticas:
Desconexión con la realidad: “La mayoría de los argentinos no llega a fin de mes”, es un lamento constante que contrasta con la baja inflación anunciada. Jubilados, trabajadores y la clase media expresan su desesperación: “El salario no aumenta, el sueldo no alcanza. Simple y básico”.
Inconsistencia estadística: La abrupta caída del IPC de casi la mitad respecto al mes anterior (sin cambios estructurales drásticos visibles) es vista por economistas como ilógica, alimentando sospechas sobre el cálculo o una supresión artificial de precios clave.
Críticas al Gobierno: Voces opositoras y analistas independientes apuntan a una estrategia de enfriar el dato de inflación en pesos, mientras señalan que en dólares los precios siguen siendo altísimos. El comentario “Milei está chapita. La inflación en pesos le da baja, en dólares es récord mundial” sintetiza esta crítica.
Mientras el Gobierno enarbola el 1,5% como un éxito de su gestión, la explosión en los costos de alquileres, servicios y bienes esenciales, junto con el cambio metodológico del INDEC, siembran una profunda desconfianza. La percepción ciudadana de una inflación mucho más alta que la oficial y la imposibilidad de cubrir necesidades básicas con los ingresos disponibles pintan un cuadro de dos realidades paralelas: la de las estadísticas oficiales y la del sufrimiento económico diario. La credibilidad del INDEC y la efectividad real de las políticas antiinflacionarias del gobierno están, una vez más, en el banquillo de los acusados. La pregunta que queda flotando es: ¿Bajó realmente la inflación o simplemente cambió la forma de medirla?