A contramano del relato que replican las elites, en el que sostienen que el peronismo abandona al conurbano, la realidad dice algo bastante diferente. Las criticas se centraron en el partido de La Matanza. Las redes sociales se vieron inundadas por gente que jamás pisó esos barrios, diciéndoles cómo votar y cómo vivir. Veamos datos: El partido de La Matanza experimentó una transformación sin precedentes en su infraestructura durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner entre 2003 y 2015, marcando un quiebre con décadas de desinversión y crecimiento urbano desordenado. Previo a ese período, el panorama se caracterizaba por una profunda precariedad, con un 60% de los hogares con acceso a agua potable y apenas un 52% con cloacas, según el Censo de 2001, en un contexto de desindustrialización y ocupación de tierras en zonas inundables. La reestatización de Aguas y Saneamientos Argentinos (AySA) en 2006 fue la piedra angular de una política de intervención estatal masiva que invirtió más de mil millones de dólares en la zona, incorporando a casi un millón de habitantes a la red de agua y a más de 300.000 al sistema cloacal.
En el ámbito educativo, la inversión se materializó con la construcción del Centro Universitario de la Innovación (CUDI), una obra finalizada en 2015 pero cuya puesta en marcha se vio paralizada entre 2016 y 2019, evidenciando la vulnerabilidad de los proyectos de infraestructura a los cambios de gestión política. Un patrón similar afectó al Hospital Néstor Kirchner en Gregorio de Laferrere, cuya construcción comenzó en 2010 pero que no abrió sus puertas hasta 2023, tras años de abandono que requirieron una nueva inversión para reparar los daños por vandalismo. Estas obras de salud y educación, junto con la pavimentación de la Ruta Nacional N° 3, que actuó como un eje para el desarrollo industrial y la urbanización, formaron parte de una visión estratégica que buscó corregir el déficit histórico.
En materia de vivienda, la entonces presidenta Cristina Fernández afirmó en 2015: “Somos el Gobierno que más viviendas construyó en la historia de la Argentina”, por la construcción de 800.000 unidades. Sin embargo, un análisis de los datos oficiales revela que la cifra incluye no solo viviendas nuevas terminadas, sino también “soluciones habitacionales”, que consisten en mejoras como renovaciones de baños o ampliaciones. Esto es porque los estudios socioambientales, arrojan como resultado que el déficit es mucho más cualitativo que cuantitativo.
A nivel nacional, la política de obra pública de ese período tuvo un alcance monumental, con énfasis en la infraestructura energética, incluida la reactivación de la central nuclear Atucha II, y la construcción de más de 2.600 kilómetros de autovías. La recuperación de los ferrocarriles de carga y de pasajeros y el desarrollo de la industria satelital con los satélites Arsat completaron un panorama de inversión estatal centralizada. El balance final para La Matanza, y para el país, muestra un progreso tangible e innegable en la provisión de servicios básicos y infraestructura crítica, aunque ese legado se ve matizado por la discontinuidad de proyectos emblemáticos y la dependencia de una continuidad política que no siempre se concretó, dejando en evidencia que la obra pública es tanto un instrumento de desarrollo como un reflejo de las fracturas de la política argentina.