En un escenario de luto nacional, la Catedral Metropolitana congregó este sábado a figuras políticas antagónicas para despedir al papa Francisco, fallecido a los 88 años. Axel Kicillof, Victoria Villarruel y Jorge Macri compartieron la primera fila de una ceremonia marcada por llamados a la unidad, pero también por ironías políticas: mientras el gobernador bonaerense alineó su discurso con el magisterio social del pontífice, las lágrimas de Villarruel y Macri despertaron críticas por su contraste con sus posturas históricas frente a la agenda de Bergoglio.
Miles de fieles abarrotaron este sábado la Catedral Metropolitana y sus alrededores para despedir al papa Francisco en una misa exequial liderada por el arzobispo Jorge García Cuerva. La ceremonia, que comenzó a las 10 de la mañana y congregó a cientos de invitados políticos —incluyendo a Axel Kicillof, Victoria Villarruel y Jorge Macri—, se convirtió en un escenario de contraste entre el dolor colectivo y las tensiones ideológicas que persisten en la Argentina.
El discurso de García Cuerva: guerra, desencuentro y un “abrazo” pendiente
Con un mensaje cargado de simbolismo histórico, García Cuerva evocó el Pacto de San José de Flores de 1859 para interpelar a los argentinos: “Imaginemos el abrazo que nos debemos como pueblo, el que le negamos al que piensa distinto o sufre”. En su homilía, citó las propias palabras de Francisco para denunciar los “demonios” que, según el pontífice, afligen a la humanidad: “La guerra favorece la ganancia de unos pocos en detrimento del bienestar de la población. El dinero gastado en armas está manchado con sangre inocente”. También criticó el “terrorismo de las redes” y la cultura del insulto, fenómenos que Bergoglio condenó como “formas insólitas de agresividad que destrozan la buena fama del otro”.
El arzobispo recordó las últimas palabras del Papa en su testamento, donde ofreció su sufrimiento “por la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos”, y cerró con un llamado a un “pacto de amor” entre la Iglesia y la sociedad.
Kicillof vs. Villarruel y Macri: coherencia vs. contradicción
Mientras Kicillof reforzó su alineamiento con el legado social de Francisco —“Su lucha por los marginados es un faro ante la oscuridad”—, la presencia de Villarruel y Macri, ambos representantes de espacios que cuestionaron políticas clave del Papa (como su crítica al neoliberalismo y su defensa de migrantes), compartieron fila en la Catedral. Villarruel, cuya fuerza política minimizó históricamente el enfoque de Bergoglio sobre pobreza, escuchó en silencio cuando García Cuerva preguntó: “¿Aprendimos a llorar ante un niño con hambre?”. Jorge, que es Macri, cuyo partido impulsó ajustes económicos durante el gobierno del primo Mauricio, eludió referirse a la justicia social en su homenaje, pese a que el Papa denunció que “el sistema económico mata”.
Multitudes y política: entre el llanto y la grieta
La ceremonia, custodiada por vallados y operativos policiales, reunió a una multitud heterogénea: desde seguidores con rosarios hasta líderes como Leandro Santoro y María Eugenia Vidal. Aunque la TV Pública evitó enfocar a los políticos, el gesto de Villarruel saludando a Kicillof quedó registrado como un símbolo frágil de unidad. Mientras el Obelisco se iluminaba con los colores del Vaticano, García Cuerva insistió: “Hoy lloramos al padre de todos, pero nos debemos abrazos”. La pregunta queda flotando: ¿las lágrimas de hoy bastarán para sanar las divisiones que Bergoglio combatió?
