La aparente tregua entre Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador Axel Kicillof, tras aceptar el desdoblamiento electoral en la provincia de Buenos Aires, esconde una serie de maniobras políticas que revelan una pulseada por el control interno del peronismo.
La Candidatura de Cristina: ¿Presión o Estrategia Definitiva?
CFK mantiene firme su intención de competir por la Tercera Sección electoral, una decisión comunicada a intendentes en reuniones clave. Su entorno insiste en que no es una “amenaza”, sino un plan concreto, respaldado por un 95% de probabilidades de materializarse. Este movimiento, lejos de ser anecdótico, obliga a Kicillof a negociar espacios en las listas con figuras cercanas a la expresidenta, como Verónica Magario (La Matanza), mientras enfrenta resistencias con intendentes de su órbita, como Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada).
La cercanía entre el cierre de listas provinciales (7 de agosto) y nacionales (17 de agosto) permite a CFK evaluar su jugada según el contexto: si la Corte Suprema ratifica su inhabilitación en la causa Vialidad, o si el panorama inflacionario debilita a Milei, podría optar por un cargo nacional. Pero su sola presencia en la boleta provincial ya fractura la unidad, al imponer una sombra sobre el liderazgo de Kicillof y exponer la ironía de que una expresidenta compita por un escaño menor.
La Ley de Reelección Indefinida: Un Ataque Calculado a los Aliados de Kicillof
El proyecto presentado por el senador kirchnerista Luis Vivona, que habilita la reelección indefinida para legisladores, concejales y consejeros escolares —pero excluye a los intendentes—, es una jugada estratégica para socavar la base de Kicillof. La iniciativa, respaldada por 12 senadores alineados con CFK y La Cámpora, beneficia a 15 legisladores cristinistas que vencerían sus mandatos, mientras deja en jaque a más de 40 intendentes kicillofistas, como Ferraresi y Secco, que no podrán reelegirse sin una reforma específica.
En el entorno del gobernador, la medida se interpreta como un “pase de facturas”: al negar la reelección a los jefes comunales leales, se los fuerza a depender de futuras negociaciones con el kirchnerismo, fracturando su autonomía. Además, el argumento cristinista de “armonizar” con las normas nacionales (donde no hay límites para legisladores) resulta insuficiente: la exclusión de los intendentes evidencia una retaliación por su alineamiento con Kicillof.
Calendarios Apretados y Tensión en las Negociaciones
La media sanción del desdoblamiento en el Senado bonaerense, sin incluir los plazos ampliados que pedía Kicillof, agrega otro frente de conflicto. El gobierno provincial necesitaba más tiempo para organizar los comicios, pero el kirchnerismo priorizó mantener fechas ajustadas, lo que —según aliados del gobernador— “embarra la cancha” y dificulta la logística electoral. Esta decisión, sumada a la ley de reelección, refuerza la percepción de que CFK y La Cámpora buscan desgastar a Kicillof, incluso a riesgo de afectar al peronismo en las urnas.
Mientras Cristina proclama que “el peronismo debe ir unido para ganar”, sus acciones delinean una hoja de ruta contraria: su posible candidatura provincial divide agendas, la ley de reelección segmenta aliados, y los plazos electorales tensionan la gestión de Kicillof. La Cámpora, por su parte, actúa como brazo ejecutor de estas tácticas, asegurando que el núcleo duro del kirchnerismo mantenga control sobre los hilos legislativos y territoriales.
La pregunta clave es si esta estrategia de tensión controlada fortalecerá al cristinismo o si, en su afán por marcar territorio, terminará por diluir la fuerza electoral de UP. Kicillof, atrapado entre la necesidad de unidad y los movimientos subterráneos de su aliada, enfrenta un dilema: ceder espacios para evitar la ruptura o arriesgarse a una interna abierta que podría beneficiar a Juntos por el Cambio o al propio Milei. Por ahora, la tregua es solo un espejismo.